Una de las actividades principales en la ribera, junto con la cosecha de las castañas, era la producción de vino. Las cepas estaban, y están, plantadas en pataos (bancales), localismo de nuestra parroquia, Sacardebois, como recoge Eligio Rivas Quintas. Esta disposición del terreno dificulta muchísimo el trabajo. Como las fincas son tan pendientes, para sujetar la tierra se hacían estos vallados y se plantaban una o dos filas de cepas. El que más abundaba era el de una fila. Se conoce como “viticultura heroica” por su dificultad.
No eran muchas las variedades de uva. En las tintas, junto con la mencía, garnacha y mouratón, estaban nuestro alcabril que, como el diccionario de Martín Sarmiento recoge, es un término de la parroquia de Sacardebois, y por lo tanto, puede que sea una variedad de la zona, hoy prácticamente desaparecida.
En las blancas encontramos godello, cojón de gallo y jerez. De mesa había el moscatel y náparo. Como patrón para injerta estaba la carmelita, una cepa brava de la que a veces aprovechaban las uvas que daba como vino para la casa, era algo más temprana que las otras.
El trabajo en las viñas en el siglo pasado era muy duro, ya que al contrario que hoy que no se hace ninguna, de aquellas se le daban tres cavas al terreno. La primera, entre febrero y marzo, se llamaba escaravella. Consistía en hacer montones dándole la vuelta al terrón para que la hierba podrida hiciera de abono. A esos montículos le llamaban cavañóns. La segunda, llevaba el nombre de cava. Se hacía en el mes de abril, consistía en arrancar las malas hierbas y renovar los cavañóns. La tercera, llamada rendar, se daba en el mes de junio, siguiendo el refrán: “Por Santa Marina no caves la huerta ni rendes la viña” (mes de julio, llamado el mes de Santa Mariña). Consistía en extender la tierra de los cavañóns para que quedara el terreno más uniforme y secaran las hierbas.
El sulfato que se utilizaba era sulfato de cobre que venía en piedras. Para poder utilizarlo, había que previamente meterlo en una bolsa de tela dentro de un cacharro de agua para que se disolviese. Después había que agregarle cal, que previamente había sido quemada como mínimo un mes antes.
Esta cal cumplía dos funciones: servía como desinfectante y ayudaba a espesar el caldo para que el sulfato pegara mejor en las hojas de la cepa. Se venían dando dos o, de máximo, tres manos de sulfato entre los meses de junio y julio. Nunca se pasaba de julio. En este mes había que estremar las precauciones porque podía quemar las uvas. De azufre también se daban dos o tres manos. El azufre venía en polvo y se daba con el fuelle.
La poda se empezaba en diciembre pero sobre todo en enero y febrero. Las cepas se podaban tipo vaso, no guyot como se hace ahora.